Propósito empresarial. En los últimos años ha recobrado fuerza el debate sobre el propósito empresarial. Mucho se ha centrado en contrarrestar la teoría capitalista pura de Milton Friedman, que afirma que una empresa no puede tener otro fin que el beneficio económico de sus accionistas. Esta teoría no rechaza de lleno la responsabilidad social, sino afirma que está después de la empresa, radicada en los propietarios.
En ese aspecto hace muy práctica la acción empresarial, proponiendo una teoría que reconoce su propio límite, y confía en que el accionista, cuyo beneficio se ha priorizado, actúe correctamente frente al resto de las partes involucradas, o al menos sea regulado por el mercado. Hoy tenemos claro que pensar así es simplificar demasiado.
Manifiesto de Davos 2020
Una iniciativa reciente que intenta complementar esta visión ha sido el publicitado Manifiesto de Davos 2020, que pretende reformar el capitalismo afirmando que una empresa debe servir no sólo a sus accionistas, sino al beneficio de todas sus partes involucradas, incluyendo colaboradores, clientes, proveedores, comunidades locales y la sociedad en general.
Este manifiesto es más abarcante, pero plantea otro problema, que es cómo racionalizarlo, es decir, cómo definir el término adecuado de asignación del beneficio a los distintos actores o, mejor dicho, cómo develar la ética implícita que gobierna dicha definición.
El bienestar económico, sea sólo de accionistas o de más partes, por supuesto que es necesario, porque una empresa para sobrevivir debe ser rentable, y sólo lograrlo es ya una tarea muy difícil. Ahora, no por ello es este un fin final, un propósito, ya que evidentemente no estamos dispuestos a ser rentables de cualquier manera, no todo vale. La rentabilidad es radicalmente un medio para otra cosa, y pasarlo por alto es dejar vía libre a que las partes involucradas definan esa otra cosa como les parezca, abriendo una importante grieta de desunión organizacional.
Entonces, ¿Por qué una empresa busca desarrollarse?, ¿Con qué razones convoca a distintas personas para que le ayuden a tener ‘salud financiera’ y persistir? He en esta cuestión un propósito más profundo, que les propongo abordar desde una perspectiva filosófica.
Perspectiva desde la filosofía
Cuando una empresa crea productos y servicios lo hace con un fin determinado, y la fuerza con que ese fin convoca es la medida de su calidad como fin final. La capacidad convocatoria de un fin se relaciona directamente con la compartibilidad, ya que mientras mejor se puede compartir, más se iguala un bien individual al bien comunitario.
Un objetivo puramente económico, o en general de calidad física, tiene el problema de la escasez, de cómo repartir una torta limitada entre muchos sin poder satisfacer nunca los deseos de todos. Cualquier finalidad física concebida como propósito inevitablemente desemboca en individualismo, en cómo cada uno se las arregla para llevarse una mayor parte frente al resto, sus rivales. Por esto los fines más perfectos no pueden ser físicos, sino deben radicar más allá, en el espíritu, y lo espiritual más propiamente humano es lo que la tradición filosófica ha denominado como la inteligencia y la voluntad.
Les propongo que la finalidad de su empresa se sustente en esto, en estimular el crecimiento en inteligencia y voluntad de todas las personas que se relacionan a través de ella. Son dos conceptos que comprendidos en profundidad marcan el camino virtuoso hacia develar en cada persona su singular intimidad, el significado propio de su libertad y por ende, su felicidad. Un buen propósito empresarial debe proponer un cómo, a través de una oferta concreta de productos y servicios, se aspira a aportar un humilde grano de arena en ello.